sábado, febrero 19, 2011

Profesión o vocación docente (María Belén)

Valentina tiene 15 años, actualmente se encuentra cursando el tercer año de la escuela secundaria. Todos los días se detiene a observar los comportamientos de tres de sus profesoras: una de ellas dicta Historia, otra Matemática y la tercera Francés. Valentina ha cursado estas asignaturas desde el primer año de sus estudios secundarios con las mismas docentes, y desde ese entonces observa que la relación de cada una de ellas con el curso es totalmente diferente. Esta situación logra llamar la atención de la estudiante, y es así como decide llevar a cabo una observación sistemática de estas tres docentes. Las anotaciones de Valentina decían lo siguiente:
- María, la profesora de Historia, tiene muy buena relación con nosotros y la confianza es lo que caracteriza a esta relación. Siempre nos escucha: le interesan nuestras inquietudes, aportes e intereses y los utiliza para armar sus clases día a día de manera que resulten interesantes para nuestro grupo en particular. Es paciente flexible y se la ve alegre, con ganas de ayudarnos a aprender y a la vez de aprender de nosotros. Nos enseñó a manejarnos con respeto, eso es fundamental para ella. Discutimos todo juntos y a partir de ahí tomamos muchas decisiones en torno a la cursada, pero siempre respetándonos los unos a los otros. En cuanto a su enseñanza, logró que pudiéramos aprehender el contenido y hasta que nos interesara la historia. Una materia que veíamos aburrida y tediosa se tornó interesante. Lo curioso es que al preguntarle a la profesora cómo había llegado a la docencia ella me respondió: “cuando era chica tenía el sueño de ser bailarina, pero con el pasar de los años no tuve la oportunidad de concretarlo. Al salir del secundario no tenía ninguna inquietud en cuanto a la carrera que podría seguir, pero mis padres me exigían que siguiera estudiando. Para conformarlos, seguí a una compañera a la que le interesaba mucho hacer el profesorado de Historia y fue ese mi primer contacto con lo que es la profesión docente. En el transcurso de mi carrera me di cuenta de que la docencia era mi verdadera vocación, estaba fascinada con todo este mundo que por un lado era novedoso, pero por el otro me hacía sentir como si estuviera en casa. Hoy en día estoy muy agradecida de poder haber estudiado y poder trabajar haciendo lo que realmente me hace feliz, es por eso que realizo mi trabajo de todos los días con gran entusiasmo”.
- Marta, la profesora de Matemática, parecería ser el polo apuesto a María. No se comunica con el grupo, sólo llega a clase y hace “lo suyo”. Parece un robot, siempre mantiene la misma cara (como si estuviera triste o en un lugar en el que no quiere estar), los mismos gestos y nunca modifica su rutina ni dice una palabra de más. Da sus clases mecánicamente: dicta la lección del día sin dejarnos hablar, no le interesan nuestras preguntas ni lo que podamos llegar a opinar. Todos los años dicta la materia de la misma manera, como si siguiera un manual al pie de la letra para no tener que pensar y repensar su práctica. Cuando aparece una situación que no le agrada simplemente nos ignora, ni siquiera nos reta, tal vez así demostraría un poco más de interés en nosotros. Matemática se convirtió en la asignatura más odiada por nuestro curso; es un pesar para nosotros tener que entrar en el aula en esas horas.
Un día tomé coraje y me animé a preguntarle a Marta cómo había llegado a la docencia y me llevé una gran sorpresa. Ella me respondió: “desde que tengo uso de razón ser docente era mi mayor sueño. El único juego que me gustaba realmente era el de hacer de maestra. Este interés lo mantuve hasta terminar mis estudios secundarios, de hecho cada vez me interesaba más la docencia, es por eso que sentía con seguridad que era mi verdadera vocación. Lo que sucedió luego fue que terminando la carrera empecé a notar que cada vez se me sumaban más rasgos que no me gustaban, pero como estaba muy avanzada decidí terminar mis estudios. Una vez que conseguí trabajo en algunas escuelas sentí definitivamente que ser docente no era lo mío: no me interesaba compartir mis conocimientos y no soportaba relacionarme con los niños y adolescentes, pero no tenía otra alternativa; tenía que pagar un alquiler, ya era grande y tenía demasiadas obligaciones como para ponerme a estudiar otra carrera. Por eso hoy en día ser docente lo tomo como cualquier otro trabajo, me sirve para pagar mis deudas al tiempo que trabajo pocas horas y gano un buen sueldo”.
- Graciela, la profesora de Francés, tiene una relación fluida con nosotros aunque a veces se enoja con facilidad. Se la ve muy apasionada cuando enseña su asignatura, pero hay algo que me inquieta: por un lado se interesa mucho en que aprendamos el idioma, pero por el otro parecería ser que la materia es más importante que nosotros, es decir, me da la sensación de que nos enseña a nosotros porque fuimos los primeros que se le cruzamos en el camino, pero trabajaría de cualquier cosa que estuviera relacionada con el idioma francés.
Conversando con ella me dijo lo siguiente: “cuando comencé la escuela secundaria me tocó en el sorteo de idiomas, francés. Hasta ese momento no tenía ninguna vocación en mi vida, pero esa experiencia fue reveladora para mí: ¡la relación entre el amor a una asignatura y la docencia era perfecta! Me resultaba hermoso poder transmitir todos mis conocimientos, compartirlos con otras personas, sentía que era mi misión en la vida. En fin, hoy en día soy feliz con mi trabajo ya que puedo concretar todos los días mi verdadera vocación y eso me llena de orgullo”.
Nunca me terminó de cerrar porqué la profesora de Francés no plasmaba en su práctica el amor que sentía por su vocación docente de la cual estaba tan segura y orgullosa. Con estas observaciones en su haber, Valentina aún sigue sin entender por qué la relación del curso con las docentes resultan tan diferentes, siendo el grupo siempre el mismo. La mayor inquietud que persiste es: ¿De dónde proviene la vocación de enseñar en las personas y que las hace convertirse en docentes? Conociendo el caso de Valentina y sus tres docentes me invaden varias preguntas a las cuales aún no les encontré respuesta: ¿Es la vocación docente una virtud innata? ¿Existe cierta naturaleza o esencia en cada uno de nosotros que resulta necesaria para desarrollar esta virtud? O bien, ¿Cualquiera puede desarrollar la vocación docente si va de la mano de una buena educación? ¿Tiene que ver la elección de una vocación con la calidad de nuestras experiencias educativas? ¿Se puede descubrir tardíamente una vocación en nosotros que antes estaba velada o simplemente aparece en relación a nuestras experiencias?

1 comentario:

Verónica Guajardo dijo...

Hola, una pregunta. Todos los artículos son de su autoría? Es que me inquieta el que cada uno lleve el nombre de una mujer. Mil gracias por su respuesta, fascinante análisis al contexto escolar. Ojalá pueda contactaría más adelante para compartirle el trabajo que yo desempeño acá en México. Un saludo cordial.

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