sábado, febrero 19, 2011

La vocación docente (Érica)

La palabra vocación es un término de interés tanto para la teología como para las ciencias humanas. La primera denomina a la vocación como una especie de inspiración o llamado interior que busca un determinado estado o forma de vida, por esta razón es muy común que se la asocie al denominado “mandato divino” o al posible “llamado de Dios”. No obstante las segundas hacen hincapié en las disposiciones naturales y en las influencias socio- culturales, que determinan o condicionan la elección de las personas hacia cierto estado, “profesión o actividad humana”. Cualquiera sea la postura adoptada cabe aclarar que éstas definiciones tienen como raíz la etimología de dicha palabra, ésta proviene del latín vocatio, que deriva a su vez del verbo vocare llamar, vocablo originado en la raíz indoeuropea wekw de la cual provienen también voz, evocar, invocar, provocar y vocabulario. Teniendo en cuenta el origen y algunas consideraciones que se hacen respecto de lo que significa la palabra vocación cabe preguntarnos; ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “vocación docente”? sobre todo en la actualidad, donde es tan cuestionada la elección de dicha carrera. ¿Existe tal llamado?
Lo vocacional, considero, así como lo entiende S. Rascovan es un campo, ya que su existencia hace suponer un entrecruzamiento de distintas variables intervinientes, tales como factores; sociales, políticos, ideológicos, económicos, culturales y psicológicos. Que inciden y condicionan, aquello que algunos suponen “natural”. No creo que una teoría sea excluyente de la otra, dado que todas esas variables mencionadas dan lugar a que en el futuro aparezca, en algunos individuos, este llamado como algo natural. Que la persona sienta que siempre estuvo en ella esta urgencia interior, esta necesidad, este anhelo que parece estar entramado a la fibra más íntima de nuestro ser, y que sin embargo fue construido en el transcurso de la vida, conformando así u a determinada “identidad” personal. La naturaleza de la vocación siempre se halla ligada al placer y también al amor teniendo en cuenta para éste último aspecto, las reflexiones del pedagogo Paulo Freire cuando hace alusión a la tarea de enseñar como un acto de amorosidad, para él es imposible enseñar, sin ese coraje de querer bien, sin la valentía de los que insisten mil veces antes de desistir. Es imposible enseñar sin la capacidad forjada, inventada, bien cuidada de amar. Como tampoco sin esa pasión que produce conocer y ayudar a conocer al otro. La vocación docente, nace del entrecruzamiento de dichas variables y se convierte en una necesidad interna que exige de capacitarse para transmitir saberes, despertar incógnitas, revelar verdades, producir ansias de conocer; de cuestionar, de descubrir junto a los alumnos nuevas realidades. Es decir que ella tiene un valor tan fundamental que su ausencia haría que la tarea de enseñar se halle completamente carente de sentido. Sabemos que dentro de la docencia existen numerosos ejemplos de quienes se dedican a ella como última opción posible y en estos casos el sentido de la vocación es inexistente, así como también produce consecuencias negativas en quienes deben ser sus receptores. La baja calidad en la enseñanza, es indudablemente una variable que se desprende de la falta de vocación, quienes la tienen cuentan con ciertas cualidades específicas y gozan de ése placer, amor y por qué no también “encantamiento” que provoca enseñar. La labor del docente no sólo se fundamenta en el dominio de todas las técnicas y habilidades de enseñanza; eso no basta para ser un buen educador, también resulta indispensable la presencia de ésta vocación de la que hago referencia. No existe una única forma de pensar o definir lo qué se consideraría un buen docente, ya que cada uno impregna el rol con cualidades particulares, pero la sola presencia de la vocación se considera una parte sustancial para ejercer el rol con éxito; …Mires donde mires, ves piedras en contacto con otras piedras. Y, sin embargo, en esta tierra despiadada, uno roza algo delicado: hay una manera de poner, piedra sobre piedra que revela irrefutablemente un acto humano, totalmente diferenciado del azar de la naturaleza. Existen determinados contextos, en donde es innegable que la presencia de ésta necesidad, llamado, pasión o urgencia interior se hace más fuerte y visiblemente considerable. Un ejemplo de ello es la labor docente en zonas rurales o barrios marginales, donde sabemos la complejidad de llevar adelante la tarea, debiendo desplegar una serie de estrategias para abordar problemáticas que surgen constantemente y que requieren de su intervención. Las demandas que recibe – explícita o implícitamente - son; que este interiorizado acerca de la vida y desempeño de sus alumnos, que responda de manera eficiente ante situaciones inéditas que le presenta el cotidiano, que establezca un vínculo de comprensión y contención. Que se especialice, que se actualice, que considere los déficit y aprenda a trabajar con ellos; partiendo de lo que sí se tiene y no de lo que falta, etc. La vocación como razón de ser emerge continuamente cuando se deben afrontar éstas dificultades. Sin embargo ello no quiere decir que por poseer vocación deban soportar, el desamparo, el olvido y el maltrato que a veces es ejercido por parte del Estado y de quienes son responsables de generar políticas educativas más justas y contemplativas de las necesidades actuales. Si nos remontamos al pasado fueron muchos los pensadores que se han interesado en la actividad docente, tal como San Agustín, en el siglo IV y Tomás de Aquino quienes han dejado diversas e interesantes reflexiones sobre la docencia – sobre el maestro puntualmente – y fueron ellos quienes sostuvieron una idea muy particular referida a “la docencia como un apostolado” , proyectando una identidad profesional vinculada a una especie de modelo ideal, que a mi criterio, se rige según el deber, la abnegación, la entrega absoluta a la tarea, como una misión superior e “incuestionable”. Ésta visión religiosa, tiene aún en nuestros días cierta incidencia. Y creo que éste discurso con el transcurrir de los años ha sido tomado por quienes pretenden negar la calidad de profesión de la tarea. Considero que la idea del apostolado, muchas veces, se contrapone a la de profesionalización docente quitándole a ésta el derecho a reclamar ante lo que se considera injusto y a transformar su práctica como cualquier otro profesional. Hablar de vocación no implica la renuncia a éstos derechos. El docente es un profesional que se encuentra al mismo nivel que los otros, que posee un elevado conocimiento y estatus, que se preocupa por el avance de los contenidos a enseñar, y como tal además, la docencia tiene mecanismos para autorizar a los que pueden ejercer la profesión, determinar los que no la pueden ejercer, y también produce y construye conocimiento haciendo uso del método científico. Finalmente cabe agregar como última reflexión acerca de la docencia, que para poder hablar de verdadera vocación se necesita de un “auténtico deseo por llegar a ejercerla” realizar los estudios necesarios con agrado dedicación y gran empeño por transformar y mejorar su práctica día a día.

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