sábado, febrero 19, 2011

Docencia: ¿vocación o profesión? (Mariana)

Elegir una carrera no es un hecho aislado sino un proceso dinámico que implica múltiples aspectos. Una serie de características sociológicas y psicológicas determinan la elección de una carrera y una serie de conflictos, temores, dudas y decepciones prematuras anteceden y devienen de tan difícil toma de decisión. Aunque van indisolublemente unidas, considero pertinente discriminar entre vocación, elección y trabajo profesional. La vocación es “un llamado” por el que el sujeto se siente convocado a realizar algo significativo en la vida. Tiene un carácter imperativo que reclama ser escuchado. A menudo implica una dedicación apasionada y se pone de manifiesto en un esfuerzo mantenido a lo largo de toda la vida. Si bien “el llamado” es sentido como una voz interna, aspectos vinculares con los objetos primarios (generalmente los padres) están es juego desde temprano. Generalmente es en la adolescencia cuando se aproxima la decisiva elección profesional. Otras veces, una auténtica vocación hace eclosión en la mitad de la vida o aún más tarde. No se elige una vocación, la vocación “lo llama” a uno a cumplir su destino: uno elige una carrera tratando de dar cuenta de esa vocación. Una carrera debiera elegirse en función de esas exigencias vocacionales que se imponen pero cada uno tiene una manera singular o personal de asumir esa elección, y la carrera provee los medios necesarios. La profesión le permite a la vocación una instrumentación socialmente adecuada, un trabajo acorde y un medio de subsistencia. El ambiente familiar y social es importante en la manera en que se desarrollará el potencial vocacional. El ambiente familiar y social es importante en la manera en que se desarrollará el potencial vocacional. El desarrollo vocacional es complejo: los deseos parentales muchas veces “entran en juego” y en algunos casos aún antes de nacer el sujeto. También, las identificaciones con los aspectos profesionales de los padres juegan su parte silenciosamente y la vocación funciona como un polo de intereses para el sujeto: inicialmente como metas (que las figuras parentales internalizadas fuerzan a cumplir), y como un principio motivacional infantil que está basado en la obediencia y el sometimiento, la recompensa y el castigo. Si esta situación no se modifica, la profesión elegida puede llegar a ser sentida como un juego cuyo fin en la vida es ser como los padres o como el cumplimiento de un mandato. Pero cuando se inician y suceden las transformaciones adultas (y se modifica la situación anterior), se suman cualidades nuevas a la imagen de los padres, de fidelidad a determinados principios, hacia el trabajo con responsabilidad y entonces la vocación se irá sintiendo no como metas a cumplir, sino como intereses o aspiraciones propias. Elegir significa “optar”, es decir vincularse con una de las alternativas posibles para lograr un fin. La elección de una profesión u ocupación supone un compromiso muy importante en la vida de una persona, el cual está ligado a un proceso de crecimiento y maduración individual y responsabilidad social en la medida que contribuya a la realización personal y al progreso social, cultural, científico, económico y político. El objetivo se cristalizará mediante la inserción en el campo productivo: primero en forma de estudio (período de formación y capacitación) para luego asumir un lugar en el ámbito laboral (trabajo). La elección vocacional implica un proceso evolutivo, es un aprendizaje difícil y complejo en el que necesariamente una persona deberá tomar conciencia en forma progresiva de sí mismo, de sus relaciones con los demás y con el mundo; esta toma de conciencia constituye lo que se denomina “identidad”. Es a través de la trama de relaciones y vínculos que en etapas muy tempranas de la vida se va construyendo, el niño va tejiendo primero con su madre (objeto de deseo y satisfacción) para luego ir extendiendo esos vínculos con el padre y el contexto familiar. Estos vínculos serán los que posibiliten una apertura hacia el afuera socio-cultural. Esta compleja red de vínculos va estructurando al sujeto a la vez que le permitirán ir diferenciándose de los otros y favoreciendo los procesos de adaptación al mundo. En la etapa de la adolescencia, el sujeto reconstruye su propio espacio interior (identidad) y es además el momento de su definición vocacional-ocupacional, como exigencia del contexto socio-cultural. En nuestra sociedad se le exige en este período la elección de una carrera o una definición laboral. Esta situación genera una crisis a la que se conoce como “vital” por cuanto encierra una posibilidad de cambio, de transformación facilitadora del crecimiento y maduración. En una crisis vital se duda, se posibilita una nueva visión de sí mismo y del mundo, lo que conducirá hacia la búsqueda de nuevas respuestas. Cabe destacar que la elección vocacional está determinada por una situación motivacional de búsqueda, respondiendo esta conducta a la satisfacción de necesidades, intereses y expectativas personales y sociales. Elegir una carrera o profesión no es solamente decidirse por una, sino conferirle a esa elección un sentido compatible con los ideales y con las posibilidades personales. Es menester resaltar entonces que la elección de una carrera o el trabajo profesional no implican siempre la vocación de una persona. Para muchos jóvenes la necesidad de una rápida salida laboral, un mandato familiar o una profesión rentable, los motiva a elegir una carrera o profesión que no necesariamente se corresponde con su vocación o sus verdaderos intereses. Es decir, por un lado piensan “qué quiero, me haría feliz o me realizaría” y, por el otro, “qué debería o me permitiría subsistir o auto valerme”. Estas dos posibilidades no tienen por qué ser excluyentes, aunque muchos jóvenes suelen pensar que lo son y que no se pueden llegar a compatibilizar. Quisiera comentar mi historia personal, ya que a través de ella se puede apreciar como la elección de una carrera no siempre refleja la vocación. Antes de ingresar al Instituto Superior del Profesorado “Dr. Joaquín V. González”, cursaba la carrera de Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires; por un lado cumplía un mandato familiar, por otro, tenía la ilusión de un bienestar económico y un reconocimiento social. Cuando finalmente desistí de mi futuro como contadora y opté por la docencia, nada de lo anterior tuvo que ver; elegí ser profesora porque sentía (y siento) que estoy convocada para ello, que de este modo puedo realizar algo significativo en la vida, esto no quiere decir que piense que voy a cambiar el mundo, pero sí creo que es la profesión dónde mejor podría desempeñarme. Es por ello que esta elección es para mí como un “llamado”, si bien a lo largo de la carrera se despertaron en mí miedos e inseguridades (más de una vez he dicho: “¿Elegí bien la carrera?”; “A pesar de leer tanto creo que no sé nada como para enseñar”; “¿Seré buena docente?”), puedo afirmar que elegí la docencia por vocación. Habrán otros que elijan la profesión docente no por vocación sino por otros motivos, no los juzgo ni significa que vayan a ser más o menos felices, ni mejores o peores docentes, sólo me interesa destacar que inicialmente no se sintieron convocados, pero puede que en algún momento de sus vidas sí lo sientan o que, como yo, desistan y opten por una profesión a la que sí sientan que son “llamados"...

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